El país llega al 2010 y a los dos siglos de la emancipación, junto a las restantes naciones de la América Hispana que procuraron su libertad del Imperio Español en un proceso histórico que atravesó a toda la región, imbuido de un conjunto tumultuoso de ideas, valores y concepciones, tanto en lo cultural como en lo económico y social.

A diferencia del Primer Centenario, marcado por festejos y reconocimientos de todo el mundo hacia la joven y pujante nación, el 2010 llega con poca fanfarria y mucha introspección, síntomas quizás del estancamiento en que se encuentra el país en más de una faceta de su vida institucional. Si 1910 fue testigo de exposiciones internacionales y el legado de construcciones conmemorativas, tales como el Monumento a los Españoles, la Torre de los Ingleses, o el mismo Teatro Colón, tendientes a mostrar la vocación de protagonismo del país en el concierto global, el 2010 pareciera tener objetivos mucho mas modestos. Para la mayoría de los argentinos, el futuro de nuestra selección en el próximo campeonato mundial de Sudáfrica desvela y preocupa mucho más que los doscientos años de vida que cumple el país el próximo 25 de mayo.

Más allá de los festejos de rigor, más o menos discretos, el hito debería obligar a un ejercicio de introspección respecto del camino recorrido hasta aquí, y los senderos a seguir de ahora en más, atento a las circunstancias por las que atraviesa el mundo y los desafíos planteados por la escasez energética, el crecimiento de la demanda de alimentos y otros recursos naturales y los dilemas que plantea un contexto de creciente conciencia respecto de las restricciones ambientales a los modelos tradicionales de desarrollo socio-económico que imperaron hasta ahora.

Hay, por suerte, una saludable tendencia en este sentido, inexistente hace apenas unos años. Una simple lectura de artículos periodísticos recientes da cuenta de este verdadero “cambio de marea”. Marcelo Lascano, en un comentario efectuado en el prestigioso diario jurídico “La Ley”, referido a la importancia de superar de una vez por todas, el conflicto entre el campo y la administración central, señalaba la importancia de incorporar consideraciones ambientales en serio al comercio agrícola global.

En el matutino “La Nación” del 11 de febrero, Daniel Montamat, reflexionando sobre la política energética y la falta de inversión durante los últimos años, plantea con mucha claridad la forma en que el país ha desperdiciado la oportunidad de desarrollar energías alternativas en serio, ante la inexistencia de precios realistas que incentiven la transformación de la economía hacia un modelo menos dependiente de los combustibles fósiles. Son señales interesantes y alentadoras, sencillamente porque hace apenas unos años, este tipo de comentarios, proviniendo de referentes de diferentes ámbitos de la opinión académica calificada, brillaban por su ausencia, o eran relegados a las columnas marginales del pensamiento económico y político.

Dada la importancia que han cobrado las cuestiones ambientales en todo el mundo, y las  oportunidades inmejorables que tiene el país de capitalizar circunstancias en las cuales los recursos naturales, de la mano de la agroindustria y la innovación tecnológica, vuelven a cobrar valor estratégico, revirtiendo la tendencia a la baja que a lo largo de tantos años, perjudicó a los países exportadores de materias primas, merced al deterioro de los términos de intercambio, resulta saludable que se reflexione sobre la importancia que tiene la política ambiental de cara al futuro.

Hacemos votos para que la celebración del bicentenario sirva para provocar un debate profundo, estratégico y enriquecedor acerca de las prioridades y el lugar que debe ocupar la política para el desarrollo sustentable para el futuro del país.

Reiteramos nuestra invitación a hacernos llegar sus comentarios y aportes, enviándonos un correo electrónico a info@estudiowalsh.com.ar

Cordiales saludos
Juan Rodrigo Walsh