Marina Silva, la Ministra de Medio Ambiente del Brasil, renunció a su cargo en mayo a raíz del desgaste sufrido en su paso por el Gabinete de la Administración Federal de Lula. La partida de Marina Silva causó consternación entre la comunidad ambientalista en el vecino país y también en muchos ámbitos internacionales, en virtud del alto perfil y compromiso que tuvo con la protección de la Amazonia. Oriunda de la región amazónica y criada en el Estado de Acre, la ministra saliente conocía de primera mano los complejos problemas sociales y geopolíticos que atraviesan la gestión de la región amazónica, no sólo por la importancia que tiene para Brasil, sino también por la mirada externa que existe en todo el mundo respecto de los conflictos ambientales planteados en torno al dilema “conservación o desarrollo”, que ha sido una constante en la política brasileña de los últimos años.
De hecho, la renuncia se produjo luego de una disputa dentro del gabinete del PT, entre el ala más “desarrollista” del gobierno y las posturas más proclives a la conservación de la naturaleza. Hace tiempo que las posturas de Silva a favor de una política más firme en defensa de la protección de la selva y el uso sustentable de sus recursos chocaban con las propuestas más abiertas al desarrollo energético y agrícola-ganadero. El desencadenante para la salida de Silva fue la negativa a autorizar los emprendimientos hidroeléctricos del Río Madeira impulsadas por Dilma Roussef, Jefa de Gabinete de Lula, y la pérdida de injerencia política frente a la cartera de Planificación Estratégica, a cargo de Roberto Mangabeira.
Esta disputa política se debe enmarcar además dentro del contexto de sensibilidad que plantea en términos de política exterior y de defensa, la preocupación mundial por el futuro de los bosques tropicales y, en particular, de biomas emblemáticos como la Selva Amazónica. La política exterior brasileña ha sido siempre altamente sensible a cualquier intento o insinuación en cuanto a intromisiones en la política amazónica, aún amparadas en las buenas intenciones del ambientalismo global. Sin embargo, la partida de una personalidad con el reconocimiento que tiene Marina Silva a nivel mundial, tendrá un indudable impacto negativo para la imagen de la política ambiental brasileña.
Juan Rodrigo Walsh
